HISTORIAS
MÍNIMAS:
16. "La basílica
del pecado". 25/4/2005
Hay lugares donde apetece pecar, sea
por lujuria, gula, envidia o cualquier otro de los famosos
siete pecados capitales. Pero en ninguno de los lupanares,
restaurantes o escenarios de lujo que he conocido me
ha apetecido tanto contravenir las leyes de Dios como
en la ciudad de Yamasukro, en Costa de Marfil. Allí
sentí la necesidad de cometer todos los pecados
a la vez, si ello fuera posible. Pero no por un deseo
desenfrenado de placeres, sino por un sentimiento infantil
de venganza, casi por fastidiar a ese Dios en el que
no creo, y a quienes se atribuyen su representación
en la Tierra, de los que reniego con todas mis fuerzas...
pese a enorgullecerme de tener tantos amigos curas y
monjas misioneros.
Y
es que en Yamasukro visité, hace solo cuatro
días, el llamado Vaticano africano:
una enorme basílica, réplica de la de
San Pedro, que fue construida hace quince años
y consagrada por Juan Pablo II. Un templo, que pretendía
convertirse en un lugar de peregrinación, queriendo
ser una Meca para los católicos de África,
pero que permanece casi siempre vacío, pese a
su capacidad de acoger en su interior a 7.000 personas
sentadas y 10.000 de pié, además de otras
300.000 en su colosal explanada de casi cuatro hectáreas.
Levantar
este templo, que es el mayor del mundo, fue un capricho
de Houfouet Boigny --el dictatorial y corrupto padre
de la patria marfileña, católico ferviente--
que invirtió en su construcción más
de 200 millones de dólares sin explicar de donde
los había sacado. Para ello importó mármoles
de Italia, granito y maderas nobles, así como
una cantidad de cemento equivalente a la producción
francesa de este material durante un año. Lo
dotó de más de 8.000 metros cuadrados
de vidrieras artesanales; lo iluminó con un conjunto
de focos con medio millón de vatios de potencia,
y mandó instalar un sistema de climatización
que crea un colchón de aire fresco de cinco metros
de altura... Todo ello en un país de mayoría
musulmana, donde la pobreza crónica reduce la
esperanza de vida a 41 años, la mortandad infantil
supera el 10 por 100, y la mayoría de las familias
sobreviven con menos de 100 euros al mes.
El
Vaticano de verdad, el de Roma, creó una fundación
internacional para afrontar los dos millones de euros
anuales que suman los gastos de mantenimiento de esa
enorme blasfemia arquitectónica que
es la Basílica de Yamasukro. También es
cierto que el Papa insistió en que se arropase
el escandaloso templo con una serie de obras asistenciales
y sociales, como escuelas y hospitales. Pero casi todas
aquellas buenas intenciones se las llevó el viento.
Reconozco
que llegué a Yamasukro con la cabeza caliente,
tras los fastos romanos por la elección del nuevo
Papa. Y lo que me faltaba era contemplar ese despilfarro
absurdo del Vaticano africano. Sin embargo
me consoló saber que los misioneros en Costa
de Marfil jamás acuden a visitarlo. Y recordé
lo que acaba de escuchar de boca de un hermano de San
Juan de Dios, asegurándome que la elección
del Papa le traía sin cuidado porque hacía
tiempo que había dejado de creer en la Iglesia.
Pero yo, que soy un agnóstico empedernido, lamenté
no ser católico para pecar todo lo posible, iluminada
mi conciencia por las luces diabólicas que se
filtraban a través de los ocho mil metros cuadrados
de carísimas vidrieras de la basílica
de Yamasukro.
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